viernes, 8 de noviembre de 2013

Una corrida de toros en las Cantigas de Santa María, S. XIII.

Las Cantigas de Santa María se recogen en un conjunto de cuatro códices realmente importantes para la música, la pintura, la literatura, y en general, para el arte.

Esta magna obra se llevó a cabo gracias al Rey Alfonso X “El Sabio”. Alfonso X tenía una devoción especial hacia la Virgen María, por ello decidió escribir distintos milagros de la Virgen en idioma galaico- portugués y musicalizarlos. Unas melodías eran ya existentes, y otras de nueva composición, incluso alguna de ellas parece que llegó a ser compuesta por él mismo. Para escribir estos milagros, se basó en escrituras marianas, como por ejemplo las escritas por el franciscano Fray Juan Gil de Zamora, con el que tenía una estrecha relación, pues era el ayo de su hijo, el posterior Sancho IV. En estos códices también hay pinturas, sobre todos referidas a instrumentos de la época, cítaras, violas, zanfoñas, flautas, platillos, trompetas rectas. Pero también hay escenas de distinto contenido, que podían ser perfectamente gustos del Rey y la Corte, como por ejemplo, una partida de ajedrez o una corrida de toros.

¿Por qué aparece una escena de una corrida de toros? Esta pintura se encuentra junto a la Cantiga número 144, que cuenta cómo en una corrida de toros celebrada en Plasencia un hombre se encontraba dentro de la plaza sin percatarse de que el toro iba tras él. Entonces, un amigo del hombre que estaba en peligro, invocó a la Virgen Santa María para que lo salvase. Justo en el momento en que el toro se acercaba al hombre para cornearlo, cayó al suelo el animal, y en ese momento se hizo manso. De hecho, en la última imagen de las seis que acompañan a esta cantiga, la gente está alrededor del toro acariciándolo.



A continuación se puede leer la traducción del texto de la cantiga 144.

“Y de esto un gran milagro hubo de mostrar Santa María, la Virgen sin par, en Plasencia, según he ido a contar a hombres buenos y de creer. // Y contaban este milagro así: que un hombre bueno allí moraba y que a esta Señora, como he aprendido, sabía querer mucho más que cosa alguna.// y a quienquiera que viniese a pedirle algo por Ella, luego sin falta, se lo daba, sin demorar ni mentir, porque no quería, por nada, faltarle. // Y ayunaba bien en sus vigilias y de sus horas no dejaba nada que no oyese, porque ponía todo su sentido en lo que pudiera complacerla. //

Por donde, un caballero de la villa se casó bien y mandó traer toros para sus bodas, y apartó uno de ellos, el más bravo, que mandó correr // en una plaza grande que hay allí delante de la casa del hombre buen del que os he hablado. Pero él no se pagaba de ir allí ni de verlo. // Pero este hombre tenía un compadre suyo, de nombre Mateo, que envió por él, como he sabido para cosas que quería decirle. // y él salió para ir allá y el toro se dejó ir, de rondón, para herirlo, muy felón, metiéndole los cuernos por las espaldas. // Y el clérigo, cuando esto vio, desde una ventana, pidió merced a Santa María, y no le falló, pues luego vino a valerle, // y de tal manera lo socorrió, que el toro luego cayó en tierra y extendió las cuatro patas, así como así. // Y yació de aquella manera hasta que el hombre estuvo en el portal de la casa de su compadre, a la que no llegó mal, y donde lo acogió él. // Y el toro se levantó que no llegó mal, y donde lo acogió él. // Y el toro se levantó entonces y nunca hizo luego daño a nadie, por el poder de la señora de Prez, que nunca deja que los suyos reciban daño”.