jueves, 6 de septiembre de 2012


El pasodoble torero.


            “El secreto del pasodoble, su duende, reside en un juego primario de contrastes: de luz y oscuridad o, al modo taurino, sol y sombra”. Federico García Lorca.


            El verdadero origen del pasodoble está en las marchas militares del S. XVIII, porque su ritmo siempre constante facilita el paso de las tropas. Un ejemplo de ello es El Sitio de Zaragoza. Ya avanzado el S. XIX, los compositores de zarzuela incluyen en sus obras numerosos pasodobles, popularizando este género.

            El 22 de junio de 1843 se celebró una función de toros en la Plaza Mayor de Madrid, festejando el juramento a la Constitución de la Reina Isabel II. La banda de música del Real Cuerpo de Alabarderos amenizó este evento tocando pasacalles. Con el paso del tiempo, las intervenciones de las bandas de música en las plazas de toros fueron del agrado popular, y a partir del S. XX, el público asociaba esta música no con el aire militar, si no con la fiesta taurina. Así pues, en esas primeras décadas del pasado siglo, la creación de pasodobles taurinos fue muy importante. Ejemplos de ello son Suspiros de España, compuesto en 1902, El Gato Montés, en 1916, o España Cañí en 1925.

            El pasodoble torero hace referencia generalmente a las glorias toreras, a las muertes de afamados matadores, a los amores de las mujeres por los diestros, a lugares con ambiente taurino y a otros aspectos que nada tienen que ver con lo taurino aunque se hayan popularizado mucho en los cosos, como pueden ser Amparito Roca, Pepita Greus o uno de los más recientes, Puerta Grande, que hace referencia a todas las personas que hacen el bien en el mundo y merecerían salir por una puerta grande.


Suspiros de España.

            En un día primaveral de 1902, en el café España de Cartagena, el maestro Antonio Álvarez Alonso amenizaba al frente de su agrupación musical las tertulias nocturnas. En un descanso, un grupo de amigos le propusieron la idea de componer una pieza en poco tiempo. El maestro se retiró a un rincón donde concentrarse, y al cabo de una hora, la presentó. Todos quedaron maravillados. Terminada la velada, salieron todos juntos a dar un paseo, y en ese momento le preguntaron al maestro qué título le pondría a la obra compuesta unos minutos antes. Entonces, el maestro se detuvo frente al escaparate de una confitería, y viendo unos pastelitos llamados “suspiros” y recordando el café “España” donde habían estado dijo: “¡Ya lo tengo! Suspiros de España”.


¿La Giralda o la Gracia de Dios?

            En 1889, se celebró en París la Exposición Industrial Internacional. En ella se le propuso a Eduardo López Juarranz que compusiera un pasodoble para estrenar en uno de los desfiles que se estaban celebrando en la capital francesa. En pocas horas, el maestro compuso La Giralda, pasodoble que adquirió muchísimo éxito. Cuando Juarranz llegó a España, le dedicó la obra a su amigo y compañero Ramón Roig, al que le dijo que así se hacía un buen pasodoble. Una semana más tarde, Ramón Roig, que no quería perder ni un palmo de terreno, le envió a Juarranz un pasodoble en cuya dedicatoria le decía que le enviaba una obra de mayor calidad que la suya, se trataba de La Gracia de Dios.

¿Cuál es el mejor? Que decida el respetable, pero los dos son un ejemplo de cómo tiene que ser un buen pasodoble torero.










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