El pasodoble torero.
“El
secreto del pasodoble, su duende, reside en un juego primario de contrastes: de
luz y oscuridad o, al modo taurino, sol y sombra”. Federico García Lorca.
El
verdadero origen del pasodoble está en las marchas militares del S. XVIII,
porque su ritmo siempre constante facilita el paso de las tropas. Un ejemplo de
ello es El Sitio de Zaragoza. Ya
avanzado el S. XIX, los compositores de zarzuela incluyen en sus obras
numerosos pasodobles, popularizando este género.
El
22 de junio de 1843 se celebró una función de toros en la Plaza Mayor de
Madrid, festejando el juramento a la Constitución de la Reina Isabel II. La
banda de música del Real Cuerpo de Alabarderos amenizó este evento tocando
pasacalles. Con el paso del tiempo, las intervenciones de las bandas de música
en las plazas de toros fueron del agrado popular, y a partir del S. XX, el
público asociaba esta música no con el aire militar, si no con la fiesta
taurina. Así pues, en esas primeras décadas del pasado siglo, la creación de
pasodobles taurinos fue muy importante. Ejemplos de ello son Suspiros de España, compuesto en 1902, El Gato Montés, en 1916, o España Cañí en 1925.
El
pasodoble torero hace referencia generalmente a las glorias toreras, a las
muertes de afamados matadores, a los amores de las mujeres por los diestros, a
lugares con ambiente taurino y a otros aspectos que nada tienen que ver con lo
taurino aunque se hayan popularizado mucho en los cosos, como pueden ser Amparito Roca, Pepita Greus o uno de los más recientes, Puerta Grande, que hace referencia a todas las personas que hacen
el bien en el mundo y merecerían salir por una puerta grande.
Suspiros de España.
En
un día primaveral de 1902, en el café España de Cartagena, el maestro Antonio
Álvarez Alonso amenizaba al frente de su agrupación musical las tertulias
nocturnas. En un descanso, un grupo de amigos le propusieron la idea de
componer una pieza en poco tiempo. El maestro se retiró a un rincón donde
concentrarse, y al cabo de una hora, la presentó. Todos quedaron maravillados.
Terminada la velada, salieron todos juntos a dar un paseo, y en ese momento le
preguntaron al maestro qué título le pondría a la obra compuesta unos minutos
antes. Entonces, el maestro se detuvo frente al escaparate de una confitería, y
viendo unos pastelitos llamados “suspiros” y recordando el café “España” donde
habían estado dijo: “¡Ya lo tengo! Suspiros de España”.
¿La Giralda o la Gracia de Dios?
En
1889, se celebró en París la Exposición Industrial Internacional. En ella se le
propuso a Eduardo López Juarranz que compusiera un pasodoble para estrenar en
uno de los desfiles que se estaban celebrando en la capital francesa. En pocas
horas, el maestro compuso La Giralda,
pasodoble que adquirió muchísimo éxito. Cuando Juarranz llegó a España, le
dedicó la obra a su amigo y compañero Ramón Roig, al que le dijo que así se
hacía un buen pasodoble. Una semana más tarde, Ramón Roig, que no quería perder
ni un palmo de terreno, le envió a Juarranz un pasodoble en cuya dedicatoria le
decía que le enviaba una obra de mayor calidad que la suya, se trataba de La Gracia de Dios.
¿Cuál es el
mejor? Que decida el respetable, pero los dos son un ejemplo de cómo tiene que
ser un buen pasodoble torero.
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