Anécdotas "pasodobleras"
Suspiros de España.
En
un día primaveral de 1902, en el café España de Cartagena, el maestro Antonio
Álvarez Alonso amenizaba al frente de su agrupación musical las tertulias
nocturnas. En un descanso, un grupo de amigos le propusieron la idea de
componer una pieza en poco tiempo. El maestro se retiró a un rincón donde
concentrarse, y al cabo de una hora, la presentó. Todos quedaron maravillados.
Terminada la velada, salieron todos juntos a dar un paseo, y en ese momento le
preguntaron al maestro qué título le pondría a la obra compuesta unos minutos
antes. Entonces, el maestro se detuvo frente al escaparate de una confitería, y
viendo unos pastelitos llamados “suspiros” y recordando el café “España” donde
habían estado dijo: “¡Ya lo tengo! Suspiros de España”.
¿La Giralda o la Gracia de Dios?
En
1889, se celebró en París la Exposición Industrial Internacional. En ella se le
propuso a Eduardo López Juarranz que compusiera un pasodoble para estrenar en
uno de los desfiles que se estaban celebrando en la capital francesa. En pocas
horas, el maestro compuso La Giralda,
pasodoble que adquirió muchísimo éxito. Cuando Juarranz llegó a España, le
dedicó la obra a su amigo y compañero Ramón Roig, al que le dijo que así se
hacía un buen pasodoble. Una semana más tarde, Ramón Roig, que no quería perder
ni un palmo de terreno, le envió a Juarranz un pasodoble en cuya dedicatoria le
decía que le enviaba una obra de mayor calidad que la suya, se trataba de La Gracia de Dios.
¿Cuál es el
mejor? Que decida el respetable, pero los dos son un ejemplo de cómo tiene que
ser un buen pasodoble torero.