lunes, 30 de diciembre de 2013

Anécdotas "pasodobleras"


Suspiros de España.

En un día primaveral de 1902, en el café España de Cartagena, el maestro Antonio Álvarez Alonso amenizaba al frente de su agrupación musical las tertulias nocturnas. En un descanso, un grupo de amigos le propusieron la idea de componer una pieza en poco tiempo. El maestro se retiró a un rincón donde concentrarse, y al cabo de una hora, la presentó. Todos quedaron maravillados. Terminada la velada, salieron todos juntos a dar un paseo, y en ese momento le preguntaron al maestro qué título le pondría a la obra compuesta unos minutos antes. Entonces, el maestro se detuvo frente al escaparate de una confitería, y viendo unos pastelitos llamados “suspiros” y recordando el café “España” donde habían estado dijo: “¡Ya lo tengo! Suspiros de España”.


¿La Giralda o la Gracia de Dios?

En 1889, se celebró en París la Exposición Industrial Internacional. En ella se le propuso a Eduardo López Juarranz que compusiera un pasodoble para estrenar en uno de los desfiles que se estaban celebrando en la capital francesa. En pocas horas, el maestro compuso La Giralda, pasodoble que adquirió muchísimo éxito. Cuando Juarranz llegó a España, le dedicó la obra a su amigo y compañero Ramón Roig, al que le dijo que así se hacía un buen pasodoble. Una semana más tarde, Ramón Roig, que no quería perder ni un palmo de terreno, le envió a Juarranz un pasodoble en cuya dedicatoria le decía que le enviaba una obra de mayor calidad que la suya, se trataba de La Gracia de Dios.

¿Cuál es el mejor? Que decida el respetable, pero los dos son un ejemplo de cómo tiene que ser un buen pasodoble torero.